Oniria

La noche en que soñó con él empezó igual que todas. Una leve caricia fría se arrastraba por su rostro.
Cada noche, abría la ventana y se asomaba.
El aire frío le despejaba tras un largo día. Volvió a alzar la vista hacia las estrellas, esperando encontrarse ahí su cara. No estaba.
Se dejó caer en la cama, sintiendo que una fuerza invisible le empujaba, pues a ella ya no le quedaban energías.
Como si de un vídeo a cámara lenta se tratase, dejó caer su cuerpo en la cama, sintiendo que aboyaba el somier de aquella pequeña cama de madera, que se le antojaba de acero puro.
Apenas tardó en cerrar los ojos.
"Sé que estás aquí."
"Sigue buscando."
"Si creyeras un poco en ti, y algo más en mí..."

Un bosque repleto de escarcha. Las nubes ondeando, allá a lo lejos. Su mirada, siempre a través de ella.
- Cuesta decir quién de nosotros es una ilusión y quién es real. Quién vive y quién no. Quizá yo, alma inmaterial, vivo más que tú, pues siempre estoy presente en tu mente. ¿Y tú? ¿Quién piensa en ti? Quizá tu existencia sea una mera ilusión.

"No sé quién te habrá contado que una vida real es sinónimo de tangibilidad, de cuerpo."
Ella no respira, solo escucha. Tiene los ojos llenos de lágrimas que no puede derramar.
- A veces, lo invisible se puede tocar. Todo depende de su intensidad.
Cierra los ojos. Él intenta tocarla, pero no está. Debe intentarlo con más fuerzas, existir con ganas.
Porque, existir sensorialmente en el archiconocido mundo cruel, no es suficiente. ¡Siempre se puede dar un paso más! Siempre.
Y, esta vez, ese paso consiste en vivir de verdad, más allá de lo físico. Ella, en su traslucidez, se levanta y escribe una nota.
"No es una despedida; volveré. Voy a adentrarme en el bosque de lo onírico, volveré cuando llegue a vivir."

En el sueño, volvió a encontrarse con sus magnéticos ojos, tan reales como los suyos.
En cuanto al mundo de lo palpable y de lo sensorial... No hubo despedida. Ni reencuentro.