Quiero pensar que algún día de estos seré capaz de lo que siempre me aterró, que es dar la cara.
Plantar cara a los problemas, a los grandes, a los diminutos, a los estándar que surgen a lo largo de una vida estándar.
Porque todo eso me parece demasiado lejano para mí, me veo demasiado débil y cobarde.
¿Seré capaz alguna vez de decir "te quiero" a alguien?
¿Seré lo suficientemente valiente alguna vez como para decir a alguien: "te acompaño donde vayas, no me importan las consecuencias".

Sé que soy egoísta, pero lo que me impide demostrar a los demás lo que siento es algo más profundo que eso, me temo que un aspecto de mi carácter que no se puede cambiar.
Porque, las veces que he demostrado mis sentimientos de verdad, sentía como si mi corazón fuera a salírseme del pecho. Pero quiero cambiar, de verdad, quiero poder decir "te quiero" a las personas que quiero y que no crean que soy una persona vacía por dentro.

En resumen, tengo que cambiar de mí lo que a mí no me gustaría ver en los demás.

Mi vida bajo el agua


Oigo el susurrar de las olas, el chisporroteo de su espuma al llegar a la orilla. Palpo la arena con las yemas de los dedos y me dejo llevar mientras mis pies rozan el agua del mar, tan fría como podría estarlo un día de otoño en la noche.
Vuelvo a estar sola en esa playa, pienso en lo más doloroso que podría pensar en ese momento: el día que te perdí.
Descalza y sin prisa, me levanto y comienzo a caminar en dirección a ninguna parte, intentando cambiar mis pensamientos por alguna canción o poema alegre, que, sin embargo, termina sin aparecer del todo en mi cabeza.
Cuando estoy triste, no me gusta pensar en cosas bonitas. Cuando estoy triste, pienso en que todo podría ir a peor, y que seguramente empeore pronto, además de repasar todos mis defectos e imaginarme una larga lista de: "y si...".
Pero ahora, mi cabeza decide debatir entre si me perdonarás algún día o no.
Y no lo paso precisamente bien, pues sé que no lo harás, no al menos en un par de años.
Y una lágrima se me escapa, cae y se funde con el resto de agua salada del mar; porque, es una pena que pierda de vista unos ojos como los tuyos. Color océano.

Y yo solo soñaba con desaparecer


Si no puedo ser bonita, quiero ser invisible.
~Monstruos Invisibles

Cada día me apremia más el sentimiento de ser útil, de servir para algo, que me lleve a sentirme querida en último término.

Quiero formar parte de algo, estoy cansada de estar sola; quiero ayudar y estrujarme el cerebro hasta tener las mejores ideas. ¿Por qué siento que malgasto mi potencial?
Creía que era buena escribiendo, creía que era buena creando historias, pero parece ser que me equivocaba enormemente. He invertido este verano en malgastarlo, donde había horas valiosas para aprovechar en mis aptitudes, limitadas, pero al fin y al cabo estaban ahí.
Ahora, me siento vacía, seca, y no por haber sido exprimida al máximo en cuanto a ideas y creatividad, sino por la inactividad del último año, mortales 365 días de gran esfuerzo, trabajo, emociones, problemas y, finalmente, descanso, tal vez demasiado para lo que puedo soportar.

¿Cómo una persona descubre sus talentos? ¿Cómo alguien descubre que ha nacido para algo?
Porque yo nunca he sentido eso. Siempre he intuido que no tendría talento para nada, y por ahora sigue siendo así, con dieciocho años y sin talentos visibles. Por ese motivo veo mi futuro borroso como un día de niebla en Londres.

Me siento inútil, torpe y con falta de iniciativa. Es fácil decirse "voy a cambiar", pero, ¿cómo aprendes a ser una persona nueva?

Sé que con dieciocho años, una está en lo mejor de la vida, por eso, temo que de aquí a unos años no consiga ciertos objetivos; tengo miedo del futuro, creo que todo se resume a eso.
Y mi falta de experiencia en tantas cosas no ayuda.

Incertidumbre.
Soledad.
Ganas de borrar la sonrisa pintada sin ganas en mi cara.


Química irracional

Uno, dos, tres, fusión.
Chispas, destellos, que se entrecruzan en nuestras miradas.
Tus ojos me dicen "ven", mi razón se resiste, el corazón bombea rápido la cálida sangre que recorre uno a uno cada rincón de mi cuerpo.
Doy un paso, me arrepiento, vuelvo a donde estaba. Me coges la mano y todo queda atrás.

Las segundas oportunidades no son más que el velo que cubre una mentira, para que nos sintamos mejor con nosotros mismos.

Mis labios suplican que no vuelvas a hacerme daño, tus promesas dejan claro que no.

Pero las palabras se las lleva el viento.
Confiar, o no confiar se convierte en una cuestión vital.

Quiero confiar en ti, pero me gustaría tener la certeza de si eso es suficiente... ¿lo es?