"Observa su caligrafía. Siempre me encantó lo sencillo, a veces es lo más bello. Mira su curvatura, infantil y sofisticada a la vez. ¿Qué pasará por su mente para que lleguen esos trazos tan bien definidos al papel?"
Su muñeca apoyada en la mesa. Sus uñas pintadas de azul celeste, sobre esas manos delicadas que sujetaban una pluma y se movían rítmicamente sobre el papel. Dejando ese rastro de tinta, permanente en el tiempo, otra mancha más en la historia. Su cruel filtro lo borraría de la memoria, pero ese es otro tema.
Plasmando todo lo que puede dar de sí nuestra actividad mental, su flexibilidad imaginativa, por medio de ríos de tinta que vierten en finales, sean felices o no, provocan en nosotros estremecimientos reales ante algo ficticio.
La magia.
Y tus palabras son solo brochazos de pintura que componen un todo.
Ritmo. Profundidad. Evocación
Diferentes
Sabes que eres diferente cuando, de pequeña, eres la única de tus amigas que no elige el típico helado de chocolate. Tú siempre has sido más de fresa que de chocolate. Y más de vainilla que de fresa.
Has preferido pasarte tardes en casa de tu abuela haciendo los deberes antes que pasarlas en la plaza, con tus compañeros de clase.
Te gustaban las verduras, pero odiabas la fruta. ¿Verdad que eras la antítesis del concepto contemporáneo de infancia?
Mientras los demás huían de los libros preguntándose su utilidad, tú ahondabas en la obra de Picasso, explorabas la geografía de cada país del mundo y te dejabas conquistar por la historia antigua.
Fuiste diferente, pero no te dejaste intimidar por ello.
¿Y qué es ser diferente? Al fin y al cabo, todos lo somos. Diferentes, humanos, iguales.
La gente se enorgullece de ser distinta. Eso nos unifica como especie. De repente, ser diferente es algo bueno. Y si todos lo somos, todos seremos iguales.
Puede ser que siempre busquemos la aprobación de los demás; la diferencia es esa resta entre virtudes y defectos. No hay dos números iguales.
Infinitud.
Somos la diferencia.
Has preferido pasarte tardes en casa de tu abuela haciendo los deberes antes que pasarlas en la plaza, con tus compañeros de clase.
Te gustaban las verduras, pero odiabas la fruta. ¿Verdad que eras la antítesis del concepto contemporáneo de infancia?
Mientras los demás huían de los libros preguntándose su utilidad, tú ahondabas en la obra de Picasso, explorabas la geografía de cada país del mundo y te dejabas conquistar por la historia antigua.
Fuiste diferente, pero no te dejaste intimidar por ello.
¿Y qué es ser diferente? Al fin y al cabo, todos lo somos. Diferentes, humanos, iguales.
La gente se enorgullece de ser distinta. Eso nos unifica como especie. De repente, ser diferente es algo bueno. Y si todos lo somos, todos seremos iguales.
Puede ser que siempre busquemos la aprobación de los demás; la diferencia es esa resta entre virtudes y defectos. No hay dos números iguales.
Infinitud.
Somos la diferencia.
De lo imposible
Dicen que lo imposible posee más certeza que lo posible. Normalmente, quienes lo dicen han hecho lo mínimo posible en sus vidas, se han conformado con la más ínfima de sus posibilidades y no se han sacado partido al máximo por no creerlo necesario.
Nunca se intenta lo suficiente ni nos esforzamos al cien por cien. Pero, ¿imposibles?
Basta saber ciencia básica para comprender que algunas cosas nunca ocurrirán.
Tal vez ese sea el único destino en el que creo, el destino de lo imposible.
Que las cosas imposibles están destinadas a no suceder; lo posible se dispersa, imposible de controlar.
Intenta caminar por las paredes.
Intenta ser eterno mientras ves la televisión.
Intenta no soñar.
Por suerte, siempre quedará lo imposible.
Nunca se intenta lo suficiente ni nos esforzamos al cien por cien. Pero, ¿imposibles?
Basta saber ciencia básica para comprender que algunas cosas nunca ocurrirán.
Tal vez ese sea el único destino en el que creo, el destino de lo imposible.
Que las cosas imposibles están destinadas a no suceder; lo posible se dispersa, imposible de controlar.
Intenta caminar por las paredes.
Intenta ser eterno mientras ves la televisión.
Intenta no soñar.
Por suerte, siempre quedará lo imposible.
Paralelos
Quiero que dejes de dolerme. Pienso en ti y me recorre un escalofrío chirriante que araña y atraviesa mi columna.
Mi perdición has sido tú, pero me confundiste.
Primero juzgas sin conocer. Luego conoces y te rindes, caes a sus pies, para, más tarde, darte cuenta de que todo fue una ilusión.
"Mejor que al principio, y aun así..."
Para mí, ahora mismo no eres más que la contradicción que distrae mi vida y le impide acercarse al camino correcto. Una contradicción tan básica como la que contiene "destrucción" y "creación" implícitas.
¿Destrucción? De mi individualidad, de mi voluntad concebida como tal.
¿Creación? De mi llama interna, que mantienes viva.
Si te acercas, sus chispas pueden llegar a rozarte con solo una mirada.
Siempre me gustaron las metáforas, pero en este momento de mi vida, tengo ganas de algo real. Algo tangible. Que sea capaz de ver. Tocar. Saborear. Escuchar. Oler. Sentir.
Ese deseo ha ido tomando forma, la tuya, más concretamente. Y mientras tus ojos me piden que me acerque, que te he estado esperando, y que ahora te tengo aquí delante: "no huyas"; tu cuerpo se aleja. Y tu sonrisa, burlona, sonríe al compás de tus retorcidos juegos.
Se camufla en lo complicado, pero ambos sabemos que no es así. Aunque no tengamos el valor de decirlo.
Tus labios vuelven a curvarse, venenosa y ácidamente; mis endorfinas se liberan, enloquezco.
Déjame zambullirme en tu mirada, sé que no eres mío, pero al verme reflejada en tus ojos, en solo cinco segundos, siento la total ilusión de que las cosas podrían cambiar.
Es como nadar en mar abierto. Caminar en la orilla aterciopelada de una playa en calma. La brisa. Alzar los brazos y dejar que ésta traspase la piel.
Hormigueo en los pies.
Subirte a la roca más alta, gritar, dejarte llevar.
Te lanzas...
Y despiertas. De un parpadeo, salgo de tu hipnosis.
Siempre irrevocable.
No me mires así.
Me pierdes y me encuentras. Pero somos dos rectas paralelas, perdidas y sin dirección, con la única certeza en nuestras vidas que es la imposibilidad de nuestro roce.
"Nunca."
Ya de por sí, la infinitud asusta. Pensar que en descomunal lapso de tiempo algunas cosas nunca tendrán lugar, aterroriza.
Me gusta describirme actualmente como un fénix que renace de sus cenizas. Tú eres la llama que me incendia.
Mi perdición has sido tú, pero me confundiste.
Primero juzgas sin conocer. Luego conoces y te rindes, caes a sus pies, para, más tarde, darte cuenta de que todo fue una ilusión.
"Mejor que al principio, y aun así..."
Para mí, ahora mismo no eres más que la contradicción que distrae mi vida y le impide acercarse al camino correcto. Una contradicción tan básica como la que contiene "destrucción" y "creación" implícitas.
¿Destrucción? De mi individualidad, de mi voluntad concebida como tal.
¿Creación? De mi llama interna, que mantienes viva.
Si te acercas, sus chispas pueden llegar a rozarte con solo una mirada.
Siempre me gustaron las metáforas, pero en este momento de mi vida, tengo ganas de algo real. Algo tangible. Que sea capaz de ver. Tocar. Saborear. Escuchar. Oler. Sentir.
Ese deseo ha ido tomando forma, la tuya, más concretamente. Y mientras tus ojos me piden que me acerque, que te he estado esperando, y que ahora te tengo aquí delante: "no huyas"; tu cuerpo se aleja. Y tu sonrisa, burlona, sonríe al compás de tus retorcidos juegos.
Se camufla en lo complicado, pero ambos sabemos que no es así. Aunque no tengamos el valor de decirlo.
Tus labios vuelven a curvarse, venenosa y ácidamente; mis endorfinas se liberan, enloquezco.
Déjame zambullirme en tu mirada, sé que no eres mío, pero al verme reflejada en tus ojos, en solo cinco segundos, siento la total ilusión de que las cosas podrían cambiar.
Es como nadar en mar abierto. Caminar en la orilla aterciopelada de una playa en calma. La brisa. Alzar los brazos y dejar que ésta traspase la piel.
Hormigueo en los pies.
Subirte a la roca más alta, gritar, dejarte llevar.
Te lanzas...
Y despiertas. De un parpadeo, salgo de tu hipnosis.
Siempre irrevocable.
No me mires así.
Me pierdes y me encuentras. Pero somos dos rectas paralelas, perdidas y sin dirección, con la única certeza en nuestras vidas que es la imposibilidad de nuestro roce.
"Nunca."
Ya de por sí, la infinitud asusta. Pensar que en descomunal lapso de tiempo algunas cosas nunca tendrán lugar, aterroriza.
Me gusta describirme actualmente como un fénix que renace de sus cenizas. Tú eres la llama que me incendia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)