Quiero que dejes de dolerme. Pienso en ti y me recorre un escalofrío chirriante que araña y atraviesa mi columna.
Mi perdición has sido tú, pero me confundiste.
Primero juzgas sin conocer. Luego conoces y te rindes, caes a sus pies, para, más tarde, darte cuenta de que todo fue una ilusión.
"Mejor que al principio, y aun así..."
Para mí, ahora mismo no eres más que la contradicción que distrae mi vida y le impide acercarse al camino correcto. Una contradicción tan básica como la que contiene "destrucción" y "creación" implícitas.
¿Destrucción? De mi individualidad, de mi voluntad concebida como tal.
¿Creación? De mi llama interna, que mantienes viva.
Si te acercas, sus chispas pueden llegar a rozarte con solo una mirada.
Siempre me gustaron las metáforas, pero en este momento de mi vida, tengo ganas de algo real. Algo tangible. Que sea capaz de ver. Tocar. Saborear. Escuchar. Oler. Sentir.
Ese deseo ha ido tomando forma, la tuya, más concretamente. Y mientras tus ojos me piden que me acerque, que te he estado esperando, y que ahora te tengo aquí delante: "no huyas"; tu cuerpo se aleja. Y tu sonrisa, burlona, sonríe al compás de tus retorcidos juegos.
Se camufla en lo complicado, pero ambos sabemos que no es así. Aunque no tengamos el valor de decirlo.
Tus labios vuelven a curvarse, venenosa y ácidamente; mis endorfinas se liberan, enloquezco.
Déjame zambullirme en tu mirada, sé que no eres mío, pero al verme reflejada en tus ojos, en solo cinco segundos, siento la total ilusión de que las cosas podrían cambiar.
Es como nadar en mar abierto. Caminar en la orilla aterciopelada de una playa en calma. La brisa. Alzar los brazos y dejar que ésta traspase la piel.
Hormigueo en los pies.
Subirte a la roca más alta, gritar, dejarte llevar.
Te lanzas...
Y despiertas. De un parpadeo, salgo de tu hipnosis.
Siempre irrevocable.
No me mires así.
Me pierdes y me encuentras. Pero somos dos rectas paralelas, perdidas y sin dirección, con la única certeza en nuestras vidas que es la imposibilidad de nuestro roce.
"Nunca."
Ya de por sí, la infinitud asusta. Pensar que en descomunal lapso de tiempo algunas cosas nunca tendrán lugar, aterroriza.
Me gusta describirme actualmente como un fénix que renace de sus cenizas. Tú eres la llama que me incendia.
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