Duele.

Parece ser que la herida que me hiciste aún no terminó de cicatrizar.
El mundo sigue tan cruel y gris como lo era por aquel entonces; solo que en aquella época aún nos quedaba un poco de inocencia a la que aferrarnos.
Ahora, el mundo en el que vivimos nos ha contagiado esas características suyas tan propias, como el desengaño, el realismo más ensañado, el pesimismo.

No somos los de antes.

Y aún veo cómo la herida quiere cerrarse, pero no puede.
¿No ves el tremendo parecido?
Quiere, y no puede. Como nosotros.



Como no pudimos, salimos perdiendo los dos. Haciéndonos daño.
Daño con palabras, actos, silencios, miradas, gestos, parpadeos, sonrisas, suspiros, abrazos, besos... Con toda forma de daño posible.

Querernos era la guerra. Y la terminamos perdiendo, por no saber jugar a ella.

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