Manifiesto herido

La causa y solución de mis problemas me pregunta por ellos.



Ah, ironías de la vida.

Suelto una carcajada amarga que se estampa contra el suelo, como mis sueños.
Rotos, esparcidos todos por el frío mármol que soporta el peso de mi cuerpo cada día.

Día tras día camino sobre ese mismo suelo, sin cortarme con los pedazos de fantasías y esperanzas que en ellos quedaron grabados. Me pregunto dónde quedaron, si alguna parte de ellas aún sigue viva.
Quién sabe, quizá en mi cabeza...


Me destrozaste cuerpo y alma; dejaste mi seguridad en mí misma tiritando; robaste mi dignidad, y a cambio, me regalaste una cantidad ingente de dolor y orgullo.


¡Pero qué fuimos! ¡Si no llegamos a ser nada! ¿Qué duele más que eso?



Qu'est que c'est, l'amour?



¿El amor? No lo sé. Lo que sí tengo claro es que el odio puede ser una consecuencia directa de éste, peligrosa y mortífera. Sobre todo cuando se confunden, y no sabes si llorar, luchar, quererle, aborrecerle, pegarle, besarle o empujarle al abismo que separa tu vida de la del resto del mundo.

Yo opté por la última, pero ah, no es tan fácil.


Para ti: no quiero que seas el motivo de mis tristezas, ni de mis alegrías. Me gustaría que te esfumaras, y regresaras cuando terminaras siendo indiferente para mí.
Mi salud mental se agota de tanta falsa esperanza. Tal vez tenga un problema de imaginación.



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