Dicen que lo imposible posee más certeza que lo posible. Normalmente, quienes lo dicen han hecho lo mínimo posible en sus vidas, se han conformado con la más ínfima de sus posibilidades y no se han sacado partido al máximo por no creerlo necesario.
Nunca se intenta lo suficiente ni nos esforzamos al cien por cien. Pero, ¿imposibles?
Basta saber ciencia básica para comprender que algunas cosas nunca ocurrirán.
Tal vez ese sea el único destino en el que creo, el destino de lo imposible.
Que las cosas imposibles están destinadas a no suceder; lo posible se dispersa, imposible de controlar.
Intenta caminar por las paredes.
Intenta ser eterno mientras ves la televisión.
Intenta no soñar.
Por suerte, siempre quedará lo imposible.

Paralelos
Quiero que dejes de dolerme. Pienso en ti y me recorre un escalofrío chirriante que araña y atraviesa mi columna.
Mi perdición has sido tú, pero me confundiste.
Primero juzgas sin conocer. Luego conoces y te rindes, caes a sus pies, para, más tarde, darte cuenta de que todo fue una ilusión.
"Mejor que al principio, y aun así..."
Para mí, ahora mismo no eres más que la contradicción que distrae mi vida y le impide acercarse al camino correcto. Una contradicción tan básica como la que contiene "destrucción" y "creación" implícitas.
¿Destrucción? De mi individualidad, de mi voluntad concebida como tal.
¿Creación? De mi llama interna, que mantienes viva.
Si te acercas, sus chispas pueden llegar a rozarte con solo una mirada.
Siempre me gustaron las metáforas, pero en este momento de mi vida, tengo ganas de algo real. Algo tangible. Que sea capaz de ver. Tocar. Saborear. Escuchar. Oler. Sentir.
Ese deseo ha ido tomando forma, la tuya, más concretamente. Y mientras tus ojos me piden que me acerque, que te he estado esperando, y que ahora te tengo aquí delante: "no huyas"; tu cuerpo se aleja. Y tu sonrisa, burlona, sonríe al compás de tus retorcidos juegos.
Se camufla en lo complicado, pero ambos sabemos que no es así. Aunque no tengamos el valor de decirlo.
Tus labios vuelven a curvarse, venenosa y ácidamente; mis endorfinas se liberan, enloquezco.
Déjame zambullirme en tu mirada, sé que no eres mío, pero al verme reflejada en tus ojos, en solo cinco segundos, siento la total ilusión de que las cosas podrían cambiar.
Es como nadar en mar abierto. Caminar en la orilla aterciopelada de una playa en calma. La brisa. Alzar los brazos y dejar que ésta traspase la piel.
Hormigueo en los pies.
Subirte a la roca más alta, gritar, dejarte llevar.
Te lanzas...
Y despiertas. De un parpadeo, salgo de tu hipnosis.
Siempre irrevocable.
No me mires así.
Me pierdes y me encuentras. Pero somos dos rectas paralelas, perdidas y sin dirección, con la única certeza en nuestras vidas que es la imposibilidad de nuestro roce.
"Nunca."
Ya de por sí, la infinitud asusta. Pensar que en descomunal lapso de tiempo algunas cosas nunca tendrán lugar, aterroriza.
Me gusta describirme actualmente como un fénix que renace de sus cenizas. Tú eres la llama que me incendia.
Mi perdición has sido tú, pero me confundiste.
Primero juzgas sin conocer. Luego conoces y te rindes, caes a sus pies, para, más tarde, darte cuenta de que todo fue una ilusión.
"Mejor que al principio, y aun así..."
Para mí, ahora mismo no eres más que la contradicción que distrae mi vida y le impide acercarse al camino correcto. Una contradicción tan básica como la que contiene "destrucción" y "creación" implícitas.
¿Destrucción? De mi individualidad, de mi voluntad concebida como tal.
¿Creación? De mi llama interna, que mantienes viva.
Si te acercas, sus chispas pueden llegar a rozarte con solo una mirada.
Siempre me gustaron las metáforas, pero en este momento de mi vida, tengo ganas de algo real. Algo tangible. Que sea capaz de ver. Tocar. Saborear. Escuchar. Oler. Sentir.
Ese deseo ha ido tomando forma, la tuya, más concretamente. Y mientras tus ojos me piden que me acerque, que te he estado esperando, y que ahora te tengo aquí delante: "no huyas"; tu cuerpo se aleja. Y tu sonrisa, burlona, sonríe al compás de tus retorcidos juegos.
Se camufla en lo complicado, pero ambos sabemos que no es así. Aunque no tengamos el valor de decirlo.
Tus labios vuelven a curvarse, venenosa y ácidamente; mis endorfinas se liberan, enloquezco.
Déjame zambullirme en tu mirada, sé que no eres mío, pero al verme reflejada en tus ojos, en solo cinco segundos, siento la total ilusión de que las cosas podrían cambiar.
Es como nadar en mar abierto. Caminar en la orilla aterciopelada de una playa en calma. La brisa. Alzar los brazos y dejar que ésta traspase la piel.
Hormigueo en los pies.
Subirte a la roca más alta, gritar, dejarte llevar.
Te lanzas...
Y despiertas. De un parpadeo, salgo de tu hipnosis.
Siempre irrevocable.
No me mires así.
Me pierdes y me encuentras. Pero somos dos rectas paralelas, perdidas y sin dirección, con la única certeza en nuestras vidas que es la imposibilidad de nuestro roce.
"Nunca."
Ya de por sí, la infinitud asusta. Pensar que en descomunal lapso de tiempo algunas cosas nunca tendrán lugar, aterroriza.
Me gusta describirme actualmente como un fénix que renace de sus cenizas. Tú eres la llama que me incendia.
Control
El futuro sigue borroso, intangible, impredecible, como siempre.
¿El presente?
Todo bien, ¿y tú? Llevo mucho sin oír de tu vida.
He escuchado que te va todo bien.
Pues aquí, todo ha mejorado, teniendo en cuenta cómo dejaste todo. Parecía que hubiera pasado un huracán. Todo roto, las cortinas rasgadas, los libros tirados en el suelo, desgarradas las páginas, por tu empeño en que no siguiera leyendo ficción. ¿Para qué hacerlo? Solo aumentaría mi disconformidad con la vida, comparar una gran tragedia clásica con mi día a día mediocre bajarían aún más mis ganas de salir a la calle, a vivir.
Tú destrozaste todo sin apenas preguntarme. ¡Qué falta de respeto! Y yo, no pude hacer más que permitírtelo.
Sin embargo, me doy cuenta de que ya está todo arreglado. Las cosas están en su sitio, limpias, ordenadas.
Te perdí la vista hace... ¿hace tan poco? Se antojaban siglos en mi mente...
Pero el problema no era tu vista, eran tus recuerdos, y se fueron apagando muy lentamente. Tenuemente, con tranquilidad. Como aquella bombilla del bar, que titiló durante meses, meses y meses, hasta que, por fin, pudo apagarse.
No quisiera atacar más, pero sí, no me iban tan bien las cosas desde antes de conocerte.
¡Enamorarte de tu némesis! Suena tan ficticio, que apenas me lo creo.
Por otro lado, me gusta pensar que mi destrucción fue también mi salvación. He ahí el porqué de esta llamada. Menos mal que lo has cogido y no ha saltado el buzón de voz, porque me pongo realmente nerviosa cuando quiero decirte tantas verdades y no hay nadie al otro lado que me respalde con una simple respiración o un monosílabo, aunque sea.
No puedo más que decirte, que te quiero por ser otro elemento esencial a la suma que soy. Porque a pesar de lo horrible como persona que eres, lo que provocas en la gente es algo maravilloso, de valor incalculable. Y a mí me has dado un poco más de lección de vida, dura y sabia como el tiempo; como tú.
Ahora tengo el control, te lo quité sin que te dieras cuenta, ¡no me mientas diciendo que te importaba!
Sin quererlo, he convertido esta llamada en un pequeño manifiesto a las consecuencias de un amor fallido.
No me llames. Solo quería decírtelo de algún modo.
Te dejo con tu destrucción, pero no abuses de ella. Alguien puede salir herido, como yo lo hice un día. Moderación. Control.
La fantasía es para los débiles
Aquí llega el momento en el que comprendes por qué lo llaman “romper el corazón”.
Porque una fuerza te oprime tanto el pecho, como si de una tonelada de hormigón se tratase.
Cada bocanada de aire que inspiras es un peso inaguantable para tu ahora diminuto cuerpo. Lo asimilas con lentitud, y cuando tienes que exhalarlo, vuelves a sentir ese dolor. Tan agudo, que incluso piensas que podría ser algo patológico.
Las imágenes que primero te vienen a la cabeza se relacionan con tumores y bultos cancerígenos. Pero no. Es algo igual de parasitario, mortífero, en cierto sentido, pero temporal, por suerte.
Te tocas el pecho, preguntándote qué habrá hecho tu corazón para sentir esa sensación de opresión por parte de las costillas. Como si se clavaran todas a la vez, poco a poco, en el músculo rey, cada vez que respiras. Como el sentimiento metafórico que acabas de experimentar, casualmente.
Porque en esos momentos, duele hasta respirar.
Duele, y sin embargo, no sientes nada.
Te miras al espejo. ¿Qué ves? No te reconoces a ti misma. Ves un rostro anónimo al que las circunstancias, concretamente una, ha maltratado, emocionalmente hablando.
Son las cosas de la vida. Nadie tiene la culpa de nada. Es… la vida.
Tan casual como dañina, pero tan gratificante como inesperada.
Piensas que es solo una etapa.
Que quedan muchas más por llegar.
Que no es la peor… Por desgracia (¿qué más puede augurarme?)
Que en el camino, éste será solo otro rastro de hojas pisadas en un charco; pasadas, deshechas y roídas por el parásito del tiempo.
Te sorprendes cuando un escalofrío te recorre. Y cuando termina, en la punta de los pies, dices en voz baja: “adiós, no vuelvas, no quiero volver a sentirte, pues eso, siempre ha implicado hacerme daño”.
Y cruzas el umbral de la puerta. ¿Sin miedo? No, el miedo siempre acompaña.
Aterrada, realmente, pero segura.
Manifiesto herido
La causa y solución de mis problemas me pregunta por ellos.
Ah, ironías de la vida.
Suelto una carcajada amarga que se estampa contra el suelo, como mis sueños.
Rotos, esparcidos todos por el frío mármol que soporta el peso de mi cuerpo cada día.
Día tras día camino sobre ese mismo suelo, sin cortarme con los pedazos de fantasías y esperanzas que en ellos quedaron grabados. Me pregunto dónde quedaron, si alguna parte de ellas aún sigue viva.
Quién sabe, quizá en mi cabeza...
Me destrozaste cuerpo y alma; dejaste mi seguridad en mí misma tiritando; robaste mi dignidad, y a cambio, me regalaste una cantidad ingente de dolor y orgullo.
¡Pero qué fuimos! ¡Si no llegamos a ser nada! ¿Qué duele más que eso?
Qu'est que c'est, l'amour?
¿El amor? No lo sé. Lo que sí tengo claro es que el odio puede ser una consecuencia directa de éste, peligrosa y mortífera. Sobre todo cuando se confunden, y no sabes si llorar, luchar, quererle, aborrecerle, pegarle, besarle o empujarle al abismo que separa tu vida de la del resto del mundo.
Yo opté por la última, pero ah, no es tan fácil.
Para ti: no quiero que seas el motivo de mis tristezas, ni de mis alegrías. Me gustaría que te esfumaras, y regresaras cuando terminaras siendo indiferente para mí.
Mi salud mental se agota de tanta falsa esperanza. Tal vez tenga un problema de imaginación.
Duele.
Parece ser que la herida que me hiciste aún no terminó de cicatrizar.
El mundo sigue tan cruel y gris como lo era por aquel entonces; solo que en aquella época aún nos quedaba un poco de inocencia a la que aferrarnos.
Ahora, el mundo en el que vivimos nos ha contagiado esas características suyas tan propias, como el desengaño, el realismo más ensañado, el pesimismo.
No somos los de antes.
Y aún veo cómo la herida quiere cerrarse, pero no puede.
¿No ves el tremendo parecido?
Quiere, y no puede. Como nosotros.
Como no pudimos, salimos perdiendo los dos. Haciéndonos daño.
Daño con palabras, actos, silencios, miradas, gestos, parpadeos, sonrisas, suspiros, abrazos, besos... Con toda forma de daño posible.
Querernos era la guerra. Y la terminamos perdiendo, por no saber jugar a ella.
Keep calm and Carry On
Se me hace raro felicitarte un año más.
¿Raro?
Lo raro es que sólo lleve felicitándote el cumpleaños un año y me parezca que te conozco de toda la vida y que has estado aquí cuando más lo he necesitado, cuando, nada más lejos de la realidad, nos conocemos desde hace poco menos de dos años, y vivimos a casi 400 KM de distancia.
Carnet de conducir, entrar a discotecas, ir a la cárcel, conciertos en salas, entrada en sex shops y cines X... Wow... ¡Cuántas nuevas experiencias con los 18!
Sí, de verdad que son como un bonus stage de los 17; igual de geniales solo que con mejoras bastante chulas... Siempre que no cometas un crimen. Que nos conocemos.
Ay, amigo mío, espero que tus 18 nos traigan más momentos juntos, que nos hacen falta. ¡Cómo voy a llenar un álbum de momentos importantes si apenas sales en él! Eso sería impensable.
Pero lo más importante es que este año que tienes por delante con tus dieciocho inviernos es la autorrealización, pero vamos, ni te hace falta preocuparte por ello... Acabas de escribir el guion de un largometraje... ¡sin comentarios!
Cuántos quisiéramos haber llegado a tal punto de creatividad a los 17.
Eres una mente privilegiada, y por eso, el mejor regalo que puedes hacerte este año es seguir creando, por no mencionar el regalo que le harías al mundo por hacer lo que te apasiona, sea creando historias, fantaseando o filosofando sobre cualquier tema que se te pase por la cabeza.
¿Sabes? Realmente creo que puedes cambiar la industria del cine o cualquier propósito que te hagas a ti mismo. ¿El mundo? Tal vez demasiado ambicioso, ¿o no? De todas formas yo no seré quien te ponga límites.
Cierro esta felicitación totalmente improvisada y descuidada, que no quiero ni aburrirte ni que te se suban las cosas a la cabeza :-)
¡Es broma! Siendo tú, puedes creerte todo lo que te plazca, puedes llegar a ser cualquier cosa, si te lo propones. Y, ¡desde luego que te lo estás proponiendo!
Bueno, genio, amigo, Sergio, ¡como quiera que te llames! Yo te identifico igual.
Lo dicho: disfruta de tu día, recibe muchos regalos, sonríe mucho, sueña demasiado, sigue teniendo la mente tan bien amueblada y sigue deslumbrándonos con tus historias. Por locas que sean. Insanity rules!
Te deseo un muy feliz cumpleaños, ¡te quiero! Por si lo dudabas.
Un beso muy grande.
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